Autobiografía de Tomás Megías Marqués

Allí comía y dormía en espera de ver qué pasaba. Días después me dijeron que ya no iba al frente, y que pertenecía a una compañía de auxiliares que había en el cuartel de María Cristina.

Esa compañía era la que hacía las guardias en el cuartel de Torrijas. Me incorporé. Me dieron un cartón con unos recuadros donde aparecían fechas para todos los días y al pasar a coger el rancho, me picaban el día correspondiente, por lo que ya no se podía coger más rancho aquel día, pero si alguna vez no cortaban el cartón y lo dejaban hundido, éste se ponía en la pared y con la cuchara se le aprensaba hasta que no se notaba y volvías a coger otra vez.

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Unos días después comenzó a dolerme la espalda, me daba fiebre. Me mandaron a Herrera del Duque que había una enfermería, comenzaron a darme calmantes, se me quitó a los seis días y me mandaron a mi puesto. pero a los ocho más, me dolía mucho más. Los jefes me decían que es que quería irme a mi pueblo a ver la ovejas, pero al fin les dijeron los médicos que me reconociesen bien y entonces fue cuando descubrieron que a consecuencia del accidente que tuve en el puente de los Franceses se me había producido un derrame pleural de mucha envergadura. Me despedí de los compañeros y no nos hemos vuelto a ver, por que enseguida salí en una ambulancia evacuado. Pasé por Siruela, Agudo y en Almadén me montaron en un tren hasta Ciudad Real. Cuando llegué, avisé a mi familia. Fueron a verme y Clara se quedó conmigo hasta que me dieron el alta.

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De pronto sentí el ruido de un avión. Miré y vi que empezaba a ametrallar la fuente y la plaza. La gente corría a meterse en los refugios. Yo me tendí al lado de la fuente. No pasó nada, me fui con mi gallina, la pelamos, la hicimos tajadas y comenzamos a freírla pero no nos la comimos. El avión que había ametrallado debió ir de reconocimiento, porque dos horas más tarde se dejaron de caer los aviones enemigos y comenzaron a bombardear a nuestras fuerzas. A éstos les salieron nuestros cazas y derribaron un aparato enemigo.

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El día que teníamos que irnos de Madrid, nos hicieron un examen a los cuatro observatorios que tenía la brigada. De aquéllos tenía que quedar un observatorio compuesto de seis personas, que debían salir aprobados del examen entre los 24 que éramos. En las cuentas y problemas yo tenía alguna confianza, pero de las preguntas que nos hicieron yo no sabía nada. Recuerdo una que no la pude hacer peor y decía ¿en cuántas partes se divide la circunferencia? Acordándome del reloj que tiene 12 horas, se me ocurrió poner que se dividía en 12 partes. El error no pudo ser mayor. Tenía que haber puesto: Se divide en 360 grados sexagesimales y en 400 centesimales, o en 4 ángulos rectos de 90 grados. Lo aprendí bien.

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