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Capítulo 8. Un permiso y vuelta al frente

 

Pasaban los días y todo estaba tranquilo, ni siquiera pasaban lista. Entonces los tres paisanos pensamos irnos al pueblo a ver a la familia y a la novia. Esto era a primeros de Marzo del 37 y un día después de comer salimos para Madrid y como no había tren hasta Aranjuez, nos fuimos a Ventas, que desde allí salían camiones con ese destino. El sol se ponía y nosotros allí. Al fin llegó uno. Lo paramos y le preguntamos que donde iba, nos dijo que Aranjuez.

  • Pues tenemos que irnos contigo, somos milicianos que vamos a casa con permiso.
  • Bueno, subir. 

Hacía bastante frío, e íbamos los tres hechos una piña para darnos calor el uno al otro, y a más de medio camino comenzaron a caer algunos copos de nieve. Nos íbamos divirtiendo muy poco. Al llegar a Aranjuez nos bajarnos debajo del puente que hay al entrar. Allí nos comimos medio chusco que habíamos guardado cuando comimos a mediodía. Desde allí nos fuimos a la estación de donde salían algunos mercancías para Manzanares. Entraban y salían sin luces, porque les tiraba el enemigo que estaba en la Cuesta de la Reina. Pasada la medianoche salió uno para Manzanares, nos montamos en un vagón vacío y nos sentamos en un rincón. Allí dormirnos algunos ratos.

 Cuando llegamos eran las 9 de la mañana, nos bajarnos, y fuimos andando para Membrilla. Salirnos cada uno para nuestra casa. Yo llegué a la mía en la calle Porras, hoy Lope de Vega. Nos abrazarnos muy fuerte. Después almorcé, que me sirvió de comida y me acosté hasta las 5 de la tarde. Cuando me levanté fui a ver a la novia, que me estaba esperando. Al día siguiente nos presentamos al Comité para que nos diesen suministro mientras estuviésemos en el pueblo. Les dijimos que después de las operaciones que habíamos tenido, nos habían dado 10 días de permiso. Todo salió bien.

Al cumplirse esos días, mis dos compañeros dijeron de irnos, pero yo pensé quedarme, y así lo hice. Ellos se fueron, y yo me incorporé otra vez a mi trabajo. Poco me duró. Unos días después movilizan el reemplazo del '36 y en él incluyen a los hijos de viuda, los de padres viejos, cortos de talla y excedentes de cupo, yo era uno de éstos.

Nuevamente al frente, pero ahora éramos militares, no milicianos. Era el 17 de Marzo. Salirnos de Ciudad Real, pasamos por Manzanares donde estaban todos los familiares a vernos y darnos la despedida. El tren paró unos 10 minutos. Arrancó de nuevo para Madrid. Todo eran lágrimas en nuestros seres queridos. Nosotros, todo lo contrario, reír y cantar ignorando el peligro que nos esperaba en los frentes, menos yo que ya había estado ocho meses. Esto era en el '37. Los trenes sólo circulaban hasta Aranjuez, donde llegan de noche y sin luz para que no lo viese el enemigo. Esto lo sabía porque me había venido del Pardo trece días antes. Nos llevaron a un cuartel, nos dieron de cenar y nos acostarnos en el triste suelo. No había otra cosa. Cuando se hizo de día nos dieron el desayuno, luego la comida, y dos horas más tarde nos montaron en camiones hasta Madrid. Allí nos separaron en grupos y a cada uno lo mandaban a una brigada. Mi grupo fue a la 4ª Brigada Mixta, que estaba en la Calle de Abascal, donde llegamos oscurecido. Eramos 23 paisanos. Al rato de llegar nos dieron la cena, un poco arroz blanco, casi ninguno se lo comió; yo sí, porque ya estaba acostumbrado. A las 10 nos mandaron a acostar. Las colchonetas eran de esparto, estas eran las camas que había en los cuarteles.

Por las tardes nos dejaban salir de paseo hasta las 8 pero como no teníamos dinero, (corno he dicho antes, en Membrilla no existía) salimos un poco y no nos divertirnos nada.

Una de las tardes que salimos, llegamos un poco tarde. Estaban dando la ropa de miliciano porque íbamos a salir al frente. Nos echaron una bronca muy grande porque nos habían llamado y no estábamos allí. Ese fue el primer susto antes de salir al frente. Al fin todo se arregló, nos dieron la ropa y de cenar, pero dos horas más tarde nos montaron en camiones y nos llevaron al frente del Puente de los Franceses, donde nos dieron el fusil y cartuchera, desde allí a las trincheras, tenían aspilleras para meter el fusil y tirar tiros. Corno éramos nuevos nos intercalaban con los veteranos para que no nos diese mucho miedo. Poco después nos mandaron hacer fuego pero nosotros no veíamos a nadie. A la hora terminó el fuego y todo quedó en calma en ambas partes. Más tarde nos relevaron y nos fuimos a dormir. Cuando amaneció, buscamos a los paisanos; nos vimos y no había pasado nada. Siguieron unos días de calma y sin tirar ni un tiro, avanzamos y cogimos la casa del Recreo que estaba unos 50 m. más adelante. Allí se hicieron nuevas trincheras y se estabilizó el frente. Tan cerca estábamos del enemigo que casi nos alcanzábamos con las manos, esto ocurría cerca de la piscina que sólo nos separaba el agua del rio Manzanares. Aquí murió un paisano que estaba junto al agua. En este sitio había algunos árboles y ramaje bajo, lo que nos impedía poder ver al enemigo, por eso de noche había que tirar algunos tiros. Las trincheras estaban sin techar nos pasaban la cena antes de anochecer; y un día estando yo de guardia me la llevaron. De mesa tenía el suelo, y nada más comenzar a comer cayó un mortero junto a mí, la tierra saltó para arriba y cuando bajó se me llenó el plato. Se terminó la cena.