Autobiografía de Tomás Megías Marqués

En el mes de septiembre se celebra en Membrilla las fiestas de los Desposorios y en esos días hacían cine en la plaza, al aire libre; y el último día de la fiesta, nuevamente vinieron a avisarme de pastor. El patrón era don Antonio Jiménez (Canana). Ya tenía 7 años. El sueldo era 30 reales al mes y corno de costumbre, la manutención. Una vez puestos de acuerdo tenía que ir el lunes por la noche, después de terminar el cine, a la puerta del patrón, y esperar hasta que llegara un hijo del amo que me abriese la puerta. Esto lo hizo «el Paco» a la una de la noche. Me pasó a la cuadra de las mulas y me acostó en un poyo donde dormía él algunas veces. Las mulas, que hacían mucho ruido, y yo, que tenía mucho miedo, no pude dormir. A las cinco de la mañana llegó el hijo Antonio, que era con quien yo tenía que ir al campo para ayudarle a guardar las ovejas. Corno éramos muchachos y jugábamos en el campo, Jo pasaba mejor que las otras veces y estaba muy a gusto.

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Soy Tomás Megías Marqués, nací en Valdepeñas el 28 de febrero de 1.912. Dos años más tarde, mi familia se trasladó a Membrilla, donde vivo en la actualidad. Mi niñez fue muy corta. No me dio tiempo a vivirla. En mi casa, la situación económica era tan precaria que a la edad de seis años me fui de pastor con un cabrero que servía la leche a domicilio desde la cabra. Mi trabajo consistía en sujetar las cabras junto a la puerta mientras mi patrón despachaba la leche. Terminada esta faena, desayunábamos y nos íbamos al campo a pastar hasta la tarde. Este hombre era cojo y el camino lo recorría montado en un asno que tenía. Yo iba delante de las cabras para que no corrieran. El salario por este trabajo era sólo la manutención, y cuando llovía me daba una chaqueta suya que me servía de capote, porque yo no tenía. Esto era en primavera y verano, pero cuando llegó el frío me opuse a este trabajo y me fui a mi casa. Me pegaron algo, pero yo no voy con el cabrero.

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Nos encontramos ante un testimonio del siglo XX escrito en primera persona que relata con un lenguaje llano, como si nos hablara de viva voz, sin pretensiones literarias, las vivencias, deseos, logros y fracasos personales en un contexto propio de la época con detalles de la guerra civil española y la postguerra, teniendo muy presente a su familia.

Tomás Megías Marqués trabajó de pastor, luego fue ganadero autónomo, dio clases de enseñanza primara en la que enseñó a muchos niños y jóvenes de Membrilla a leer y escribir; y a que supieran hacer cuentas. Vendió picón y fue peluquero, pero nunca renunció a su deseo de aprender a través de la lectura.

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