Membrilla celebra la fiesta de San Marcos

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Entre las costumbres ancestrales de origen pagano que aún se conservan en Membrilla cabe destacar la celebrada el 25 de abril con motivo de la festividad de San Marcos, una auténtica fiesta de la primavera en la que los vecinos salen al campo para compartir de forma lúdica, bajo la advocación del santo cristiano, unos rituales cuyas raíces se pierden en la memoria de los tiempos. 

Familias, grupos de amigos, mochila al hombro o al resguardo de la casa de campo, dejan atrás las durezas del invierno, la solemnidad de la Cuaresma, y viven la resurrección de la naturaleza, la Pascua, entre sembrados verdes salpicados de amapolas, en una de las estampas más bellas de La Mancha, que es la que se dibuja en los meses de abril y mayo. En Membrilla, una celebración campestre ligada a las inmediaciones del Molino del Rezuelo, e incluso del Molino de Piña hace años, en la que no pueden faltar dos elementos imprescindibles: el nudo en las siembras para “espantar” al Diablo y el hornazo.

En principio, la jornada no dejaría de ser una celebración cristiana de la festividad de San Marcos, posiblemente aquel joven Juan, “por sobrenombre Marcos”, que aparece de modo sutil por los Evangelios, ya citado en Hechos y acompañante y traductor de Pedro en sus primeros años de predicación; vinculación de la que obtendría la fuente y el material para escribir su Evangelio.

Pero como siempre, la historia comenzó mucho antes…

Los orígenes de la actual celebración campestre de San Marcos se encuentran vinculados a la celebración primitiva del paso del invierno al verano, cuando el año se dividía en dos estaciones, que se celebraba exactamente el 25 de abril. Los romanos celebraban este día la fiesta pagana de la Robigalia para preservar las siembras. Ovidio lo describe en sus Fastos: procesiones rituales hasta el bosque sagrado para invocar la protección de Robigo, divinidad vinculada a una enfermedad del trigo. A partir del siglo I, muchos cristianos romanos siguieron participando en estas fiestas paganas, y la Iglesia, ante la imposibilidad de suspenderlas o prohibirlas,  las cristianizó poniéndolas bajo la advocación de San Marcos, cuya festividad comenzó a celebrarse el 25 de abril, en teoría fecha del martirio y muerte del evangelista en Alejandría.

A partir de ahí, la fusión de ritos será inevitable: San Marcos se convertirá en protector de las cosechas y en su honor se celebrarán el 25 de abril fiestas y procesiones en las que se pedían la protección de las cosechas con rogativas para la lluvia y  letanías mayores que no serán sino la adaptación cristiana de las Robigalia. Fiesta que fue considerada de guardar en sucesivos concilios y cuya práctica reportaba indulgencias y otros beneficios.

San Marcos simbolizará la primavera que grana el cereal y lo protege contra el dios destructor, ahora el diablo. El Diablo representa el invierno, el mal, de ahí que se le arroje de los sembrados con la ayuda del Santo, dando lugar al rito central de la festividad: Espantar al diablo. Para ello, se hace un nudo en los tallos de los sembrados con lo que simbólicamente se ata o arroja fuera del lugar al diablo, librando a la cosecha de sus males.

Otro de los elementos característicos de esta fiesta desde sus primitivos orígenes es el hornazo, típico bollo compuesto casi siempre de huevos y carne incrustados en una masa, de curiosa simbología ancestral siempre relacionada con la reproducción y los órganos sexuales femeninos y masculinos, generando una rica tradición de usos, costumbres, dichos picarescos y chascarrillos que se han venido recogiendo a lo largo de la literatura (Lope de Rueda, Tirso…)

Una milenaria simbología la del huevo, vinculada también a la Pascua, que encierra,  además de la práctica costumbre de consumir los huevos viejos, el tema de la resurrección de la vida en una riquísima mezcolanza de ritos y creencias multiculturales que componen hoy esta festividad.

F. Megías.  

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