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Capítulo 32. Actor. "Más discurre el hambriento que cien letrados"

Antonio se había hecho mayor. No tenía un oficio fijo, aunque seguía cobrando letras de vez en cuando. No tenía novia ni amigas “fuertes” y vestía con una chaqueta al menos una talla mayor que la suya, sobre camisa, y por supuesto, sin corbata. Tenía los conocidos de siempre en el pueblo, que no podían ser llamados amigos. Pero a él no le importaba, y seguía relacionándose con todo tipo de personas para actividades tan dispares como el flamenco, la radio, o el juego del tute. Cada cosa a su hora y lugar.

El flamenco en una peña que se reunía en diferentes casas los sábados o víspera de fiesta. Los radiofonistas, se reunían en casa de “Cameras” para oír el bachillerato radiofónico u otros programas culturales de radio nacional, por la tarde noche de algunos días de la semana. Y el juego del tute, del que Antonio era un consumado maestro, en los locales de la “agrupación” o cuando esta cerraba, en algún tugurio abierto hasta la madrugada. Menudeaban sus actuaciones que le proporcionaban los escasos beneficios que necesitaba para comprarse de vez en cuando un paquete de tabaco mentolado que fumaba por esnobismo, o algún refresco con el que calmar su sed crónica. Su amigo Cristian se vino a vivir y trabajar de ceramista al pueblo, y acudía a su casa para charlar con él y los habituales al taller, oír música y disertar, más de lo humano que de lo divino. Fue allí donde se gestó la idea de formar un grupo que se dedicase a la organización de actos culturales, tales como teatro, cine club, exposiciones, charlas, la confección de una revista o cualquiera otra actividad que se les ocurriera. Cristian, como impulsor de la idea, reunió al pequeño grupo para la constitución de este y la adopción de un nombre. “El Quinqué”. Y comenzaron a preparar una obra de teatro que tuviera aceptación en el pueblo, decidiéndose montar “Usted puede ser un asesino” de Alfonso Paso, para lo cual se buscaron actores y actrices que serían dirigidos por Cristian. En el reparto que se componía de diez personajes, se le adjudicó un pequeño papel de policía a Antonio por expreso deseo de Cristian, contra la opinión del resto que lo consideraban poco responsable y les iba a dejar tirados, bien por despiste o por desidia. Posteriormente se solicitó del ayuntamiento la cesión de una antigua escuela que permanecía años cerrada y en estado de abandono, lo que se consiguió gracias a la gestión realizada por Graciano, uno de los miembros del grupo que además de maestro era concejal en el ayuntamiento. Empezaron los ensayos a la par que las obras de remodelación de la escuela para convertirla en un pequeño salón con un escenario amplio y bien dotado de iluminación, además de dos vestuarios. La obra tardó un tiempo en poder representarse debido a la dificultad en reunir a los actores un mismo día y una misma hora. Pero terminó por ponerse en escena inaugurando el local y escenario, con notable éxito de asistencia y acogida por parte de los vecinos del pueblo. Antonio decía a las felicitaciones: “Más discurre el hambriento, que cien letrados”


Antonio Morales, Rija

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